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Deuda está ahogando las economías de América Latina y el Caribe, advierte el BID



La deuda externa en América Latina ha empezado a ahogar las economías de América Latina, reduciendo las posibilidades para impulsar el crecimiento y disminuir el riesgo de una crisis, advirtió Eric Parrado, Economista jefe y gerente del departamento de investigación del Banco Interamericano de Desarrollo, en una conferencia virtual, en el que esta entidad financiera presentó el reporte Lidiar con la deuda: Menos riesgo para más crecimiento en América Latina y el Caribe.


De acuerdo con este informe la deuda ha ascendido a unos 5,8 billones (millones de millones) de dólares equivalentes al 117% del Producto Bruto Interno (PBI) de la región, casi tres billones más que en 2008. Durante la pandemia, la deuda pública se disparó del 58% del PBI en 2019 hasta el 72% en 2020, aseguró Ilan Goldfajn, presidente del BID, quien explicó que ese financiamiento adicional se utilizó para contrarrestar el impacto del COVID-19 en momentos en que la economía estaba paralizada, ayudó a los hogares a comprar alimentos y pagar atención médica y a las empresas a pagar los salarios de sus empleados.

Ilan Goldfajn, presidente del BID,

Agregó que incluso las grandes empresas ya habían aumentado sus niveles de endeudamiento antes de la pandemia, lo cual les permitió contar con activos suficientes para enfrentar los shock negativos del período. Pero posteriormente se vieron con una incremento de la deuda y una menor disponibilidad de activos.


“Debido a los riesgos del endeudamiento excesivo, la situación actual de América Latina y el Caribe es preocupante”, expresó el economista Jefe, quien agregó que “La preocupación es si este aumento de la deuda provocará problemas de sostenibilidad, una nueva crisis de endeudamiento y otra década perdida para la región”.


En tal sentido advierten que los altos niveles de deuda impulsan a los inversores a exigir mayores rendimientos, por lo tanto obligan a los gobiernos a destinar recursos a pagar intereses más altos, en lugar de disponer de ese dinero para invertir en infraestructura y servicios públicos. La situación reduce la capacidad de responder a futuros shocks económicos, además de aumentar el riesgo de que se produzca una crisis.



Reducir la deuda, una necesidad urgente


En este escenario El BID planteó que es importante reducir la deuda en los próximos 10 años de manera gradual a niveles “prudentes” de entre el 46% y el 55% del PBI -similares a los de antes de la pandemia- para que las economías vuelvan a encausarse en la senda del crecimiento”. Este nivel limitaría los costos de los intereses, ofrecería espacio para la inversión y permitiría un mayor financiamiento en caso de que surjan nuevos shocks negativos, además de mitigar una crisis de endeudamiento.


El informe señala que hay un panorama poco alentador en un contexto internacional dominado por la desaceleración en las economías más desarrolladas, la continuidad de la guerra en Ucrania, el endurecimiento del acceso al financiamiento por las elevadas tasas de interés y una persistente inflación.


Los pronósticos indican que el crecimiento de la economía latinoamericana se desacelerará al menos a un 1,3% en 2023, menos de la mitad del 3,6% de 2022, de acuerdo con el Banco Mundial. En 2020, por el impacto del COVID-19, la economía regional retrocedió a niveles no vistos en más de un siglo con una contracción de 6,2%.


Si se observa el calendario de amortización de la deuda regional en dólares a largo plazo, los países más grandes como Brasil y México tienen cerca del 57% de las amortizaciones totales, mientras que todos los países de Centroamérica y el Caribe alcanzan sólo el 8%, de acuerdo con cálculos del BID. Las amortizaciones disminuyen de cerca de 460.000 millones de dólares en 2023 a 61.000 millones de dólares en 2033. Si bien la región ha emitido deuda a largo plazo con vencimientos en 2040 y más tarde, la curva de amortización está marcadamente orientada hacia los próximos años.


“El buen manejo de la deuda es fundamental para aumentar las inversiones de buena calidad, proporcionar mejores servicios a los ciudadanos, disminuir los costos de financiamiento y generar mayor crecimiento y empleo”, expresó Eric Parrado, economista jefe del BID. “La mayor preocupación está relacionada con que esta deuda no se pueda manejar en el tiempo y represente una carga para los gobiernos”, dijo.


El reporte examinó el aumento de la deuda en la región y ofreció recomendaciones a los gobiernos. Aclaró que si bien la deuda tuvo un pico durante la pandemia, ya había empezado a incrementarse desde antes. Con la pandemia subieron los gastos y se redujeron los ingresos fiscales, lo que aumentó aún más la deuda pública.


Además aconseja "crear un foro regional para mejorar la coordinación de los procesos de reestructuración de deuda" y complementar las iniciativas internacionales enfocadas sobre todo en los países de bajos ingresos.



La deuda privada aumentó antes y durante la pandemia.


De acuerdo con el BID una cuarta parte de los países tienen crédito interno que alcanza al menos el 100% del PIB, pero para otra cuarta parte la cifra es inferior al 50% del PIB.


Sin embargo esto no quiere decir que las pequeñas y medianas empresas tenga acceso al crédito para enfrentarlos impactos negativos afirmó el jefe del organismo.


El acceso "sigue siendo escaso, especialmente para los hogares, las pequeñas y medianas empresas (pymes) y las empresas dirigidas por mujeres", indica el BID.


Por otro lado el economista jefe del BID explicó que una de las recomendaciones principales del BID es que los gobiernos elaboren un plan de política fiscal y endeudamiento que muestre que tienen controlada la situación y den así un mensaje de responsabilidad y prudencia a los mercados internacionales, a las calificadoras de riesgo y a los inversionistas.


El organismo, que con préstamos anuales por cerca de 14.000 millones de dólares es la mayor fuente de financiamiento en la región, aseguró que mejorar las instituciones fiscales ayudaría a mejorar la credibilidad y contrarrestar el aumento de las tasas de interés, el fortalecimiento del dólar y la volatilidad de los precios de las materias primas.


Otra de las recomendaciones es aplanar la curva de amortizaciones y pagos de intereses para destinar esos recursos a inversión productiva y gasto social.

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